sábado, 12 de mayo de 2012

DOMINGO VI DE PASCUA

El evangelio de hoy va al centro de la vida cristiana. Nos habla del mandamiento, del único mandamiento: “que se amen unos a otros como yo los he amado”. Pero ¿puede ser el amor un mandamiento, una ley, una orden? ¿Nos pueden ordenar que amemos?

El amor es algo que brota de adentro de la persona pero no de una orden recibida de otro. En el ejército se dan órdenes y se obedecen. En el trabajo sucede lo mismo. Pero nadie nos puede ordenar lo que tenemos que sufrir hacia los que nos rodean. Es algo diferente. Jesús sabe que es algo diferente. Jesús ha experimentado el amor de Dios. Es más, ha experimentado que Dios es amor. Su presencia en nuestro mundo es signo concreto, real, de ese amor de Dios por cada uno nosotros. Ese amor es el que nos da la vida.

La revelación dice: “Dios es amor”; y el hombre ha creído poder darle la vuelta a la frase y decir: el amor es Dios. La revelación dice también: Dios es felicidad”; y el hombre invierte de nuevo el orden y dice: la felicidad es Dios. Pero, ¿Qué ocurre entonces? El hombre no conoce la felicidad pura, absoluta, eterna y trascendente, como tampoco conoce el amor absoluto. Conoce fragmentos de felicidad, que se reduce con frecuencia a arrebatos pasajeros de los sentidos.

El que busca a Dios encuentra siempre la alegría, mientras el que busca la alegría no siempre encuentra a Dios, lo mismo pasa con el amor. Hoy domingo del mes dedicado especialmente en la Iglesia Católica a la veneración de la Virgen María -y que coincide con el 13 de mayo, fecha en la cual la Madre de Dios se manifestó a unos humildes pastores en Fátima- , celebramos el Día de la Madre. 

El lenguaje bíblico emplea la imagen de la madre para expresar el amor que Dios nos tiene a sus hijos: “Como a un hijo a quien consuela su madre, así yo los consolaré a ustedes” (Is. 66, 13). Encomendemos a todas las madres en su día, invocando por ellas la intercesión de María Santísima, modelo de las madres y madre espiritual de todos nosotros, y que el ejemplo de la Madre Rosa ilumine también a las madres que con abnegación lo dan todo por sus hijos, Madre Rosa decía: “Créanme, nuestra Madre os bendice y os estrecha contra su seno para nunca más dejaros y deciros siempre vuestra”. (Carta a sor A. Francisca Camisa, 22- 4 – 1867).
 (P. Patricio Moraleda HSA)

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