La Celebración de este domingo podemos considerarla como un fin y una continuación. Un fin, porque con la Fiesta de Pentecostés se concluye el tiempo de Pascua que hemos vivido por 50 días, y es una continuación porque en el Tiempo Ordinario, que yo prefiero llama el Tiempo del Espíritu, será este, la Tercera Persona de la Trinidad que continuara guiándonos y animando a la Iglesia, Cuerpo de Cristo, en la misión de Cristo de anunciar el Reino.
Es Espíritu de Dios que invade de repente nuestro mundo. El libro de los Hechos de los Apóstoles nos cuenta que el Espíritu se hizo presente como viento y como fuego. Viento y fuego son fenómenos naturales que, desatados a su propia dinámica, pueden llegar a ser amenazadores para la vida de la humanidad. En este días simbolizan una destrucción y un renacimiento.
Cuando la persona es tocada por Dios se produce un auténtico bautismo de fuego, una real transformación. Algo muere en la persona y algo nace. Lo nuevo es diferente. Es consecuencia de la acción del Espíritu.
Es el Espíritu, como en los Apóstoles que nos hace que vayamos por el mundo, nuestro mundo de cada día, llevando la Buena Noticia, es el Espíritu que nos hace confesar, sin miedo, nuestra fe. Es el Espíritu que promueve los diversos carismas en nuestras comunidades de vida, pero al mismo tiempo nos hace una sola comunidad al servicio de una única misión: llevar la paz al mundo, predicar el perdón y la reconciliación.
Nuestra misión se realiza en el mundo que nos rodea, las situaciones concretas de la vida, el día a día con sus afanes y preocupaciones. Todos somos misioneros, los padres en el hogar y en su familia, educando con él a sus hijos en los valores cristianos, los mismos que él tiene que ellos tienen que vivir. Igualmente los cristianos, tiene que ser servidores de la Palabra de Dios en su trabajo, asumiendo responsablemente sus deberes y defendiendo los derechos de la justicia, del diálogo y de la concordia. Hay que cristianizar el mundo de la política, de las comunicaciones, del espectáculo y de la entretención, esto es una misión de todos, no de algunos pocos, sino de todos los bautizados que hemos nacido de nuestra Madre la Iglesia.
Sin el Espíritu Santo es posible que podamos hacer muchas cosas, pero no seremos la Iglesia de Jesús, ni daremos testimonio de Él. Haremos otras cosas, pero no actuaremos como apóstoles para una nueva evangelización.
Pidamos, hoy y siempre, la fuerza del Espíritu Santo para que nos ayude a vivir nuestro ser cristianos desde una experiencia fuerte de Dios en nuestras vidas y desde la certeza de sentirnos enviados a anunciar eso mismo que nosotros vivimos.
(P. Patricio Moraleda HSA)
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