viernes, 1 de junio de 2012

DOMINGO - SANTÍSIMA TRINIDAD

Nosotros los católicos, junto con nuestros hermanos musulmanes y judíos conformamos las tres grandes religiones monoteístas, es decir creemos en un solo Dios. Ahora bien, ¿Cómo podemos conjugar nuestra fe en un solo Dios que es Padre, es Hijo y Espíritu Santo a la vez?

En primer lugar, no es algo que hayamos inventado nosotros para complicarnos la vida, sino que nos viene de la misma revelación, lo hemos escuchado en el evangelio de Mateo, que hemos proclamado: “vayan  pues y hagan discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y de Hijo y de Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que les mando…”.

Para poder comprender este misterio, la Iglesia primitiva recurrió  a los conceptos de la filosofía griega para intentar explicar humanamente lo que por sí mismo es inexplicable: un recurso metodológico que sirvió a los cristianos de todos los tiempos para comprender, con un poco de más claridad el misterio de Dios, Uno y Trino, es decir un solo Dios y tres personas distintas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, es decir recurrió a la categoría de Persona.

La pregunta es ¿Pero como se llego  a esto? Juan, nos dice que “Dios es amor”, y si es amor, debe amar a alguien. Él ama al hombre, pero el hombre solo ha existido, en los últimos instantes de la creación. Dios no puede haber empezado a ser amor desde cierto momento, porque Él no cambia. No podemos decir que se amaba a si mimos porque amare uno mismo no es amor, sino egoísmo o narcisismo.

La respuesta es que Dios desde siempre ha tenido a alguien a quien amar, un Hijo, el Verbo a quien ama con amor infinito, y ese amor es el Espíritu Santo. En todo amor hay siempre tres realidades o sujetos: uno que ama, uno que es amado y el amor que les une.
        
Si Dios fuese poder absoluto pero sin amor, entonces podría ser una sola persona, porque el poder puede ejercerlo uno solo. El poder de Dios siempre manifiesta su amor. El amor dona, el poder domina. Lo que envenena una relación es querer dominar al otro, poseerle, instrumentalizarlo, en vez de acogerle y entregarse.

Ciertamente no podemos aferrar estas verdad de nuestra Fe a cabalidad porque dejaría de ser un misterio y pasaría a ser un formula matemática, que cabe en nuestra cabeza, en nuestras neuronas.

Los primeros cristianos más que explicar el misterio de la santísima Trinidad, lo vivieron. Se sintieron plenamente hijos de Dios aceptándolo como Padre, Creador, providente, misericordioso, infinito, eterno. Experimentaron la mediación divina de Jesucristo, único Redentor, segunda persona de la Trinidad, la Palabra hecha carne, El Verbo por el cual se hizo todo y sin el cual nada fue hecho de lo que existe, como dice Juan (cf. 1, 3). Fueron testigos el día de Pentecostés de la fuerza, el poder y los dones del Espíritu Santo, tercera persona de la Trinidad, persona divina que unifica y conforta y mantiene la Iglesia, Pueblo de Dios.
        
Creo que en vez de buscar tantas razones para comprender o debatir este misterio de nuestra fe, deberíamos imitar a los primeros cristianos, es decir, más que buscar una explicación racional de la Santísima Trinidad debemos, revivir en nosotros, la experiencia de la Iglesia primitiva. Nos hace falta experimentar el amo, la misericordia, la bondad y el perdón de Dios como Padre. Sentir que por la muerte y Resurrección de Jesucristo, el Hijo de Dios, hemos sido salvados. Vivir el gozo de la presencia del Espíritu Santo que habita en nosotros, impulsándonos a construir el Reino de Dios.

Umberto Eco, en su obra “el péndulo de Foucault”, decía que “cuando los hombres dejar de creer en Dios, entonces comienzan a creer en todo”Cuando quitamos a Dios del horizonte de nuestra vida, ponemos en su lugar nuestros “dioses de barro, que nos esclavizan, droga, sexo, poder, dinero, etc.
        
Cada uno de nosotros esta invitado a ser un “icono” de la Trinidad, es decir, estamos llamados a reproducir  en nuestro interior el dinamismo vital de la Trinidad, que es misterio de comunión en el Amor. Solo así “vive” la Iglesia. No podemos conformarnos con solo ser comunidad, sino que debemos aspirar a ser comunión. La comunión es dialogo, armonía, trasparencia, pluralidad en la unidad. Es el amor lo que une a la Santidad Trinidad. Dios es Amor y no puede ser otra cosas, y no se puede entender más que amando.

(P. Patricio Moraleda HSA)

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