sábado, 13 de octubre de 2012

HOMILIA DEL DOMINDO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO

"Hijos de Santa Ana"
 
Mc. 10, 17-30. "Vende lo que tienes y sigueme".
         Este texto nos muestra el encuentro de Jesús con un personaje muy especial: es muy ansioso, (llega corriendo y se tira de rodillas), es alguien rico a quien su riqueza no le alcanza para ser feliz, él quiere que Jesús le diga como conseguir lo que no puede comprar: “vida eterna”; es alguien bueno, que cumple los mandamientos, pero no se conforma con eso, quiere algo más. Jesús lo mira con amor, como a todos nosotros, y le dice lo que le falta hacer: dejar de pensar en sí mismo, ocuparse de los demás y confiar en Dios.
         Para un judío, “vida eterna” no quiere decir lo mismo que para nosotros, no está hablando de la vida con Dios, de “irse al cielo”; “vida eterna” es la seguridad de que esa vida que ya tiene sea para siempre. Como les ocurre a todos los ricos, su inquietud es la posibilidad perder lo que tiene.
                   Jesús lo va a desilusionar. En lugar de “vida eterna” el Señor le propone seguirlo a él, o sea, le propone lo que el pobre hombre rico no está buscando: inseguridad, vida no-eterna, frágil, peligrosa.
         Basta con encender la televisión para oír que seré más feliz si compró un carro tal o que la solución a todos mis problemas me lo ofrece tal empresa.
         Si hiciéramos caso a todos las ofertas de felicidad que nos ofrecen los medios de comunicación, nuestra vida sería más feliz, pero sabemos que realidad es muy diferente. Para muchas personas la vida es difícil, muy difícil. En el trabajo, en la casa, en el colegio, universidad. Cuando aparecen los problemas, sin avisar; una enfermedad, una muerte, un miembro de la familia que se va del hogar… a todos nos gustaría la respuesta mágica  que convierta nuestra vida en remanso de paz, sin nada que preocuparnos, lejos de los problemas, de tanto trabajo, de tanta fatiga para ser feliz.
         La primera lectura nos habla de una personas que se vuelve hacía Dios para pedir la sabiduría. en vez de encender la televisión o embelesarse en internet, o pegare a la radio, pone su corazón en Dios y suplica la sabiduría. Esa persona sabía lo que se hacía. Sabía que la sabiduría es más importante que el poder y la riqueza. Incluso que la salud y la belleza. Porque una persona sabía, sabe como ser feliz y vivir en plenitud en medio de los acontecimientos de la vida ordinaria. Lo que para otros son grabes problemas, para el sabio son apenas ocasiones para amar más, para mejorar sus relaciones, para abrirse a nuevas realidades. En definitiva, para vivir mejor.
         En evangelio cuenta una historia que habla también de la sabiduría. Un hombre se acerca a Jesús. Este preocupado por alcanzar la vida eterna. Y pregunta a Jesús que debe hacer. Ya cumple los mandamientos. Todos, Jesús le abre nuevos horizontes. Si quieres de verdad ser feliz, poseer la vida eterna, tienes que dejarlo todo, quedarte sin nada y centrarte en lo único que vale la pena: Seguir a Jesús. Es un gran desafío, porque para alcanzar la verdadera sabiduría hay que saber relativizar todo lo que se tiene. No se encuentra la vida en las cosas que se poseen, ni en cumplir todos los mandamientos. La verdadera sabiduría esta en reconocer que todo es un regalo, un regalo que Dios nos hace. Y solo cuando nos volvemos a él  con las manos vacías.
         Hay muchos que están preocupados por las cosas que tienen, sus apegos, materiales, sus ideas, su forma de vivir la vida. Pasan el día pensando como tener más o como cuidarlas. José Benigno Freire, profesor de Psicología de la personalidad en la Universidad de Navarra, escribió un libro llamado “la felicidad inadvertida” en la cual decía entre otras cosas: “Hay que convencerse que lo única felicidad razonable, real, es la que permite disfrutar de la vida, con sus alegrías y bonanzas, en el espacio realista de los problemas, enfermedades, fracasos, dificultades, obstáculos… Todo lo demás pertenece al terreno de la fantasía.”
         Dejemos que Cristo nos enseñe el verdadero camino de la felicidad, esa que decía que “hay más alegría en el dar que en el recibir”.
         ¿Dónde cree que está la verdadera felicidad’ ¿Qué caminos has recorrido hasta ahora para buscarla? ¿Cuáles han sido los resultados de tus esfuerzos? ¿Tienes el corazón libre para comprometerte por el Reino como nos invita Jesús?


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