Durante
varios domingos seguidos se leen distintos trozos del capítulos 6 de san Juan.
Allí se habla del “pan de vida”. En el Evangelio de hoy, luego de multiplicar
los panes para alimentar a la gente, Jesús comienza du discurso sobre el tema
del pan de vida.
Con
este discurso Jesús quiere llevar a la gente a otro nivel. Por eso les dice
algo que parece muy duro: “Ustedes me buscan, no porque
vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajan, no por el
alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna”.
(Jn. 6, 26 -27)
Jesús
muestra así nuestra más cruda realidad: somos necesitados, y buscamos
permanentemente saciar nuestras necesidades. Por eso corremos detrás de los
puedan satisfacer nuestros deseos y nuestras carencias.
Esos
que buscan a Jesús no se habían dejado cautivar por su enseñanza. Simplemente
habían descubierto que Jesús se preocupaba por ellos, los cuidaba y no les
dejaba pasar necesidad. Entonces iban detrás
del que se compadecía realmente de sus angustias. Pero a Jesús no le interesa
hacer el papel de repartidor gratuito. Él prefiere que a través de esos gestos
suyos lleguen a los demás el mensaje del amor de Dios. Más allá de las
palabras, más allá de las doctrinas, la forma que Jesús tenía de tratarlos les
hablaba del amor de Dios. Esa era en realidad la respuesta más importante a sus
necesidades, porque es una respuesta que devuelve la dignidad a las personas.
Jesús
no desprecia esa confianza necesitada, pero aprovecha la ocasión para evitar a
esas personas agradecidas a pasar a un nivel más profundo. Hay otro pan, hay
otro alimento, porque también hay un hambre diferente en el corazón humano, hay
otra insatisfacción más profunda que busca ser colmada. Por eso Jesús concluye:
“El que viene a mi jamás tendrá hambre”. (Jn. 6, 35).
Pero
par alcanzar ese alimento superior no es necesario otro trabajo más que creer. Lo que hace falta
es abrir el corazón con confianza: “La obra de Dios es que ustedes crean”. (Jn.
6, 29)
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