"Hijos de Santa Ana"
Marcos 12, 38-44. “Esta pobre
viuda ha puesto más que cualquiera de los otros”.
La colecta en la
Iglesia es una antigua usanza en muchas religiones. En Estados unidos trataron
de hacer de hacer estadísticas
comparativas para ver en que religión, desde este punto de vista, los fieles
eran más generosos. Parece que el primer puesto lo tienen las comunidades
hebreas. Eso correspondería a la tradición.
En el tiempo de
Jesús, los dones dados al templo de Jerusalén eran cuantiosos. Pilato confiscó
dinero del templo cuando le faltó para la construcción del acueducto.
Más de alguno tal vez
se escandaliza por las colecta que se hacen en la Iglesia, y sabemos el motivo,
para su mantención. Hay otros que confunden la oferta que se da por los
sacramentos como una venta. ¡Compro los sacramentos!
Sabemos que las
cosas sagradas no se compran. ¿Cual es la diferencia entre la compra y el don?
En la compra la
gente siempre hablan cuando han hecho una buena compra a buen precio. Cuando se
regala, el donador se jacta porque regala algo.
¿Cuál es la
diferencia?
Comprar una cosa no
es un negocio personal. Cuando voy a comprar un objeto, no miro a la persona
que lo vende, sino la calidad de los que compro y el precio. Cuando regalamos
nos dirigimos a la persona. Cuando más la amamos, más grande es el don que
queremos hacerle. Los hijos al final reciben todo de los padres: el dinero, la
casa… y los padres no se lamentan de esto.
En lo que se
refiere a la religión ¿Qué podemos regalar a Dios? Él posee todo. Solo podemos
darle la gloria. Por eso se construyen grandes iglesias, para darle la gloria
que se merece. Los hebreos estaban orgullosos de su templo, por eso contribuyan
generosamente para mantenerlo. Pero nos podemos preguntar si ¿Dios tiene
necesidad de la gloria externa?
Jesús nació en la
gruta de Belén y murió en el Calvario.
Es por eso que debemos
preguntarnos ¿Qué quiere Dios que le demos? San Juan Crisóstomo decía: “Dios
no necesita ni oro ni vestido de seda, más bien quiere que demos de comer a los
pobres”. Es en la línea que
nos dice Jesús en el evangelio de Mateo, el servicio a prójimo: “Cuando
lo hicieron a uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron”
(Mt. 24, 40) ¿Qué se puede hacer por el prójimo? Muchas cosas, entre las cuales
también la construcción y mantenimiento del templo.
Jesús no
reprocho el uso de echar dinero en el
arca de la colecta, sino observaba como lo hacían. El don material debe
expresar nuestra disposición interior.
¿Qué le
queremos dar a Dios? Primeramente tenemos que darle lo Cristo le
dio al Padre: se dio a si mimo. Lo mismo nosotros, hijos de Dios
debemos darnos a nosotros mismo en una oferta agradable a Dios. San Ignacio de
Loyola en la conclusión de los Ejercicios espirituales decía: “Tómame,
Señor y acepta toda mi libertad, mi memoria, mi inteligencia y toda mi
voluntad, todo lo que tengo y poseo: tú me lo has dado, a ti, Señor, lo
devuelvo, todo es tuyo, dispón según tu plena voluntad, dame tu amor y tu
gracia, que esto es lo que me basta”.
Los mártires a lo
largo de los siglos han dado todo lo que tenían, imitando a Jesucristo, han
dado su propia vida por amor a Cristo, pero la vida se le ofrece a Dios no solo
en el momento de la muerte, sino cada día, durante el trabajo, en los
quehaceres domésticos, en el cuidado de la familia, etc.
En la liturgia, en
el ofertorio, recordemos, que no solo ofrecemos las especies eucarísticas, el
pan y el vino, que se transformaran en el Cuerpo y Sangre de Cristo, sino
también nosotros mismo: “fruto de la tierra y del trabajo del hombre… fruto de la vid y
del trabajo del hombre…” parece algo insignificante pero el valor es
que son imagen de nuestra persona.
Un símbolo del
sacrificio interior debe ser también lo que damos al templo para la liturgia.
¿Cuánto se debe dar? No se puede medir materialmente, sino según la disposición
del espíritu. Jesús pone de ejemplo la oferta de la viuda pobre, que dio lo que
tenia para vivir, porque sabía que Dios le daría lo necesario.
Cuando nosotros
damos para mejora esta casa de Dios, nuestra casa, también damos para mejorar nuestra
propia casa, no solo edificamos el templo material sino también nuestro
edificio espiritual. Nuestra propia vida.
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