"Hijos de Santa Ana"
“El Espíritu del Señor esta sobre mi; me
ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres”.
Si el evangelio del domingo pasado
situaba el nacimiento de Jesús y, con él, el comienzo de la nueva Alianza en un
momento histórico concreto, las lecturas de este domingo nos sitúa ante la
necesidad de vivir este Adviento concreto en el aquí y ahora de nuestra vidas.
La Navidad ya está cerca y preparar nuestra comunidad, nuestra familia y mi
propia persona para esta celebración exige una cierta dedicación y atención.
Las dos primeras lectura nos hablan de una actitud básica para este
tiempo de Adviento: la alegría. La lectura del profeta Sofonías comienza con
una invitación a levantar la cabeza y el corazón: “Regocíjate, hija de Sión, grita
de júbilo, alégrate y gózate”. Hay una razón fundamental para que
podamos disfrutar de esa alegría. Como dice el mismo profeta, “el Señor ha
cancelado nuestra condena, se goza y se complace en nosotros”. Y termina con la
única conclusión posible: “: “El Señor te ama”. Lo que se acerca, lo que vamos
a celebrar dentro de unos días es el comienzo de la historia de nuestra
definitiva liberación de todo lo que nos oprime, nos encadena y no nos deja ser
personas. Lo que nos libera es precisamente ese amor que Dios nos tiene. La segunda lectura
incide en la misma idea. Pablo pide a los filipenses, y a nosotros también que
estemos en el Señor. Podemos confiar totalmente en él – nada nos ha de preocupar - y la paz de Dios habitará en nuestros
corazones. La razón sigue siendo la misma: el Señor esta cerca, nuestra
liberación ya está en marcha. Esa es ver y más profunda razón para la alegría y
el gozo de los cristianos.
El evangelio nos ofrece otra perspectiva
de la misma realidad. La alegría se expresa en el anuncio de la Buena Nueva de
la salvación por Juan Bautista. Pero la acogida de esa noticia no nos puede
dejar indiferentes. Tiene consecuencias para nuestra vida. Lo mismo que los que
escuchaban a Juan le preguntaron que debían hacer, hoy también nos podemos
hacer la misma pregunta. La respuesta de Juan no fue la misma para todos. Más
bien tuvo en cuenta la diversa situación de cada persona. A unos se les pide compartir lo que tienen, a otros
practicar la justicia, a otro no hacer daño a nadie ni abusar de su poder.
Ahora es cuestión nuestra mirar a nuestra vida y preguntarnos qué tenemos que
hacer.
Quizás no obtengamos la misma respuesta
para todo. Y a cada uno le tocará ser honesto y aplicar su respuesta a la
propia vida. En todo caso. Hay que saber que es urgente hacerlo porque ya está
cerca el que nos “bautizara con Espíritu Santo y con fuego”. Nuestra alegría no
puede darse si no hay verdadero cambio, una verdadera conversión. La Buena
Noticia, si la acogemos en el corazón, nos cambia la vida y nos ayuda a
descubrir el verdadero gozo: “el que viene es el que nos ama”.
Preguntémonos:
¿Cómo podría vivir y expresar la alegría
en estos días de Adviento y en la Navidad que se aproximan?
¿En qué puntos concretos mi vida debe
cambiar si quiero acoger de verdad al Jesús que viene?
¿En qué relación con
los otros, con mi familia, conmigo mismo?
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