"Hijos de Santa Ana"
Pero es de los purísimos y delicados labios de una mujer que
oímos el loor vibrante de sentimientos y piedad por esos pobres. Aunque
prometida a un descendiente de la estirpe real de David, María es de corazón
pobre y humilde; este corazón limpio de la soberbia atrae la mirada del
Creador que en Ella se fija y elige para la misión más alta: la de dar al mundo
el Salvador.
Dios, todopoderoso, quiso escoger su Madre. ¿Tú, o yo, qué
habríamos hecho, si tuviéramos que escogerla? Con certeza, escogeríamos la que
Dios nos concedió, pero la llenaríamos de todas las gracias. Eso hizo Dios.
María no podría estar sujeta a Satanás y la sobreabundancia de gracias que Dios
le concedió le garantizó esta protección desde el primer instante de su
concepción. María: limpia en alma y cuerpo. María misma sobresale «entre
los humildes y pobres del Señor, que de Él esperan con confianza la salvación.
En fin, con Ella, excelsa Hija de Sión, se cumple la plenitud de los tiempos y
se inaugura la nueva economía, cuando el Hijo de Dios asumió de Ella la
naturaleza humana para librar al hombre del pecado mediante los misterios de su
carne».
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