martes, 8 de mayo de 2012

DOMINGO V DE PASCUA

Vivimos aparentando seguridad y caminamos por el mundo simulando una firmeza que no tenemos. Tal vez por eso huimos de la soledad, que nos devuelve, como un espejo, la verdadera imagen de nosotros mismos.

         En realidad, somos presa de un temor y de  una tentación Tenemos  miedo a la esterilidad. Nos horroriza la infecundidad: pasar por la vida sin dejar fruto. En consecuencia, nuestra tentación más inmediata y recurrente es la de dar fruto a cualquier precio. Buscamos la eficacia fácil, aunque sea efímera.

         La consecuencia es siempre esa mezcla de autonomía, con la que tomamos nuestras egoístas e inmaduras decisiones y de vanagloria, con la que nos apresuramos a atribuirnos el feliz resultado de las mismas. Siempre tenemos una corona preparada para premiar nuestros triunfos.

         El evangelio de hoy nos habla de nuestra relación con Jesús. Nos pone el ejemplo concreto para hablar de ella: la vid y las ramas. Las ramas solo tienen vida si están unidas a la vid. Pero también podemos decir lo que Jesús nos dice: sin las ramas, la vida nunca dará fruto. Lo que une a la vid y a las ramas es la corriente de la savia que lleva la vida continuamente de la una a las otras. Cuando miramos a la vid, la savia no se ve. Corre por dentro del tronco y de las ramas. Pero ni sique cuando se corta una rama se ve la savia a simple vista. Hace falta una mirada más profunda, quizás microscópica, para verla. Y, sin embargo, esta ahí. Una rama que se separa de la vida, se seca y muere. Como dice Jesús, es echada al fuego.

         Hoy Jesús nos pide que mantengamos esa relación profunda con él. Como la vid y las ramas. Como los buenos amigos.

         La beata Madre Rosa Gattorno, cuya memoria litúrgica recordamos hoy, decía e infundía en sus hijas y como patrimonio espiritual se extiende a todas las ramas de la Familia de Santa Ana   , la necesidad de permanecer unidos a Jesucristo, decía: “Vamos, dejemos estas cosas terrenas, elevemos nuestra mente en alto, busquemos y deseemos aquellos bienes que solo Dios puede darnos.” Así como decía: “...Todo se obtiene de Dios, ten confianza en Dios y nada te faltará”.

         Jesús, no nos pide que nos pasemos el día entero en la iglesia rezando. Los amigos no lo son más por esta todo el día juntos. Pero si que mantengamos ese vínculo profundo, que dejemos que su savia nos llegue adentro y nos de la vida que necesitamos para dar frutos. ¿Cuáles frutos? Porque, como dice la segunda lectura, los frutos serán cumplir sus mandatos, es decir, que nos amemos unos a otros. Ese es el fruto que tenemos que dar: “frutos de amor para la vida del mundo” como decía el Concilio Vaticano II.


(P. Patrico Moraleda HSA)

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