domingo, 20 de mayo de 2012

DOMINGO VII PASCUA - ASCENCIÓN DE JESÚS

Nos acercamos ya a la conclusión del tiempo de Pascua, y este domingo celebramos con toda la Iglesia la solemnidad de la Ascensión del Señor.

Esta fiesta siempre me hace recordar la explicación que nos daba de ella mi maestra en el noviciado. Nos contaba que una vez, en una comunidad de las hermanas habían entrado los ladrones por una de las ventanas a pesar de que estas estaban protegidas por rejas. En ella le pregunta al maestro cerrajero, ¿Cómo es que pudieron entrar si las ventanas estaban protegidas? El maestro le explico que la separación entre los barrotes era muy grande y, donde entra la cabeza también pasa el cuerpo.

Este es el mensaje de la fiesta de hoy, donde esta la Cabeza de la Iglesia que es Cristo estará también el Cuerpo, todos nosotros Iglesia Cuerpo de Cristo. La Cabeza no puede estar sin el Cuerpo como el Cuerpo no puede estar sin la Cabeza, una fiesta que nos llena de esperanza.

La Ascensión no es un tiempo de tristeza porque nos quedamos solos. Las palabras de los ángeles a los apóstoles se dirigen hoy a nosotros: “¡Que hacen ahí mirando al cielo?”. Adelante, creyentes, la misión  nos urge a todos ¡Hay mucho que hacer!

Decía un escritor: “muchas veces los ateos y los incrédulos , en su obstinación de negar a Dios, lo que hacen es ahuecar el al y esconder sus desconciertos, sus incertidumbres y su problemática. Por eso, los más inteligentes, cuando se dan cuenta de que con la negación de lo divino no han resuelto nada, vuelven de nuevo a Dios, porque han descubierto en él el motor de toda la fuerza dinamizadora del sentido”.

Los cristianos somos los pies y las manos de Cristo, y estamos convocados a continuar la misión que Él desarrolló en la historia. Tenemos que anunciar al mundo que Jesucristo es el Señor y Salvador, inculcando y contagiando a nuestra sociedad rutinaria que nos rodea que hay una razón por la que luchar, por la que vivir y morir.

Hay que extender su Reino, que no es un espacio geográfico, sino que se deben anidar, crecer y extender en el corazón del hombre, criatura amada de Dios.

Buena preparación a Pentecostés.

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