jueves, 13 de diciembre de 2012

MARÍA EN SU TIEMPO

"Hijos de Santa Ana"



María en su tiempo, pasa inadvertida, como una más entre las mujeres de su pueblo. La casi totalidad de sus días pasaban de una manera muy parecida a las jornadas de otros millones de mujeres, ocupadas en cuidar de su hogar, de su familia y educar a sus hijos, santificando el trabajo de cada día. Ella es al mismo tiempo Reina de los Cielos y Sierva de los siervos de Dios. Ella se encuentra, en efecto, entre los pobres de espíritu, los anawin, o pobres de Yahveh que no confían ni esperan la salvación de los bienes terrenales, sino de la misericordia de Dios y por eso son alabados por Cristo en el Sermón de las Bienaventuranzas, donde el Señor enseñó que ha venido a traer la paz a los hombres de buena voluntad, no sólo a los ricos, ni sólo a los pobres, sino a todos los que, en Jesús somos hermanos.

Pero es de los purísimos y delicados labios de una mujer que oímos el loor vibrante de sentimientos y piedad por esos pobres. Aunque prometida a un descendiente de la estirpe real de David, María es de corazón pobre y humilde; este corazón limpio de la soberbia atrae la mirada del Creador que en Ella se fija y elige para la misión más alta: la de dar al mundo el Salvador. 

Dios, todopoderoso, quiso escoger su Madre. ¿Tú, o yo, qué habríamos hecho, si tuviéramos que escogerla? Con certeza, escogeríamos la que Dios nos concedió, pero la llenaríamos de todas las gracias. Eso hizo Dios. María no podría estar sujeta a Satanás y la sobreabundancia de gracias que Dios le concedió le garantizó esta protección desde el primer instante de su concepción. María: limpia en alma y cuerpo. María misma sobresale «entre los humildes y pobres del Señor, que de Él esperan con confianza la salvación. En fin, con Ella, excelsa Hija de Sión, se cumple la plenitud de los tiempos y se inaugura la nueva economía, cuando el Hijo de Dios asumió de Ella la naturaleza humana para librar al hombre del pecado mediante los misterios de su carne».


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