"Hijos de Santa Ana"
La celebración de
la solemnidad de nuestro Señor de los Milagros es una de las fiestas más
sentidas de nuestro pueblo. En Lima reúne a miles de devotos que testimonian su
fe en la sagrada imagen del Cristo de Pachacamilla.
Pero contemplar la
Imagen del Señor de los Milagros es contemplar el misterio de nuestra
redención.
Dos refranes nos
pueden ayudar a comprender, en parte, este gran misterio de nuestra salvación:
El primero dice: "Mirando al mal ya vencido, encuentro
la paz que había perdido".
Esta rima se apoya
en la primera lectura: el pueblo había sido muy rebelde, y serpientes mordían a
los israelitas. Ellos clamaron al Señor, y el Señor dio una orden muy
particular. Le mandó a Moisés que hiciera una serpiente, una serpiente
enroscada en un palo. Y cuando alguno era mordido de la serpiente, iba y miraba
la serpiente del palo, y quedaba curado.
¿Por qué? Porque
"mirando al mal ya vencido, encuentro la paz que...".
Cuando
los israelitas miraban la serpiente, quedaban curados. Porque la estrategia de
la serpiente es esconderse, y la estrategia del demonio es esconderse, y la
estrategia del pecado es esconderse.
San Pablo
dice que, "eso que sucede en las tinieblas, tenemos que sacarlo a la luz,
aunque sean cosas que dé pena decir" (Ef. 5, 11)
En la Cruz de
Jesucristo, nosotros miramos a nuestros males. Porque si Cristo fue azotado, es
por nuestros males; si se está muriendo de sed, es por nuestros males; si sus
manos fueron perforadas, fue por nuestros pecados y nuestros males.
Pero hay que recordar
que nuestros males están en la Cruz de Cristo ya vencidos. Porque sobre Él,
cayó todo el diluvio de la maldad de la humana. Contrariamente, de Cristo salió
todo un diluvio de la gracia de Dios, de la misericordia del Padre. Sobre Jesús
toda la maldad de nuestro pecado, pero Él hizo caer sobre nosotros toda su
misericordia.
Por eso en
la Cruz, en las Llagas de Cristo, en el madero empapado en Sangre, yo veo mi
mal, nuestros males, pero ya vencidos. Y entonces yo, como los israelitas del
libro de los Números, recobro la paz que había perdido.
Toda la
maldad del mundo está ahí, y no puede escapar de ahí, no puede escapar del
poder de la Sangre, no puede escapar del palpitar del Corazón del Señor; está
vencida.
El otro refrán
dice: En la Cruz de tus dolores, conozco Jesús tus amores".
La Cruz es una señal de dolor, es un instrumento de tortura,
pero es, sobre todo, una señal de amor y un instrumento de salvación.
Lo que era señal de
dolor, se convierte en señal de amor. Y lo que era un instrumento de tortura,
se convierte en un instrumento de salvación.
San Pablo
decía que, "él no se avergonzaba de la Cruz" (2 Tim. 1, 12) Ahí
conozco el amor de Cristo. Claro, si yo me acerco a la Cruz de Cristo, conozco
los amores de Cristo. En la Cruz de Cristo puedo ver cómo desfilan todos los
dolores del mundo, y por eso puedo ver cómo desfilan todos los amores de
Cristo. Ahí están los niños abortados; ahí están las familias divididas; ahí
está la angustia del enfermo terminal; ahí está la desesperación del que pasa
hambre en nuestras calles; ahí, en la Cruz de Cristo, conozco a todos los que
Cristo ha amado como me amó a mí, hasta el extremo.
En la Cruz conozco
los amores, en la Cruz. Y por eso la Cruz es sanadora.
Benedicto XVI,
nuestro Papa, cuando nos habla de nos dice: "con el misterio de la
muerte y resurrección de Cristo, Dios desciende hasta el
fondo de nuestra humanidad, para volverla a llevar hacia Él, para elevarla hasta
que alcance su altura. La fe es creer en este amor de Dios, que nunca falla
ante la maldad de los hombres, ante el mal y la muerte, sino que es capaz de
transformar todas las formas de esclavitud, brindando la posibilidad de la
salvación".
Señor de los
Milagros, Bendicenos.
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